Entrevista a Emilio Disi, actor, humorista
Por Marcos Calligaris

Su nombre es Emilio Roberto Parada, pero todos lo conocen como Emilio Disi, un seudónimo que conlleva, inexorablemente, a la infinidad de comedias de tono subido que encabezó en el Tabarís, a programas de televisión como “Operación Ja Ja”, “Los hijos de López” o “Rompeportones”; a películas de culto como “Los Bañeros más locos del mundo”, “Brigada explosiva” o “Los extermineitors”, o a los sketches que realizó en el programa de Susana Giménez. Sin embargo, este maestro de un género muchas veces desvalorizado, comenzó su carrera haciendo clásicos de la mano del mismísimo Armando Discépolo en la Comedia Nacional. De hecho, los primeros pasos de Emilio Disi no tienen nada que ver con su presente laboral. Luego de su egreso del Conservatorio Nacional de Arte Dramático en 1962 la carrera del actor daría un cambio inesperado y no dejó de desarrollarse en ámbito del humor.

La entrevista con este ícono del humor comienza con una pregunta básica sobre sus comienzos como actor. Emilio Disi clava la vista en el horizonte, como buscando la conexión con el pasado, y toma la delantera.

“Mi hermano, Pepe Parada, trabajaba en el teatro de revistas, en el Maipo. Ahí conocí ese mundo de los camarines, del escenario, mirando desde el costado, y me gustó mucho. Pero en lugar de elegir la revista, la cuestión cómica, empecé por lo dramático. Me metí en el conservatorio, porque todo el mundo me recomendaba estudiar ahí para ser actor. Y eso fue la primero que hice, estudié 4 años como actor dramático y me contrataron la Comedia Nacional, el San Martín, el Cervantes, para hacer dramas, tragedias, todos los clásicos habidos y por haber.

¿En tu familia se vivía un clima artístico?

No. El único ejemplo artístico de la familia era el de mi hermano. Mis padres eran laburadores gallegos, inmigrantes y mis dos hermanas se dedicaban a otra cosa.

Definitivamente el que me acercó a ese mundo de estar entre cajas y bambalinas, fue mi hermano. Yo tenía sólo 14 años y ya empecé a ver la posibilidad de trabajar aunque todos me decían que no, que era muy chico.

Y llegaron los primeros trabajos dramáticos…

Si, fue una época donde me llamaban para hacer papeles de locos, enfermos y drogadictos. Película donde había un pibe que era delincuente, película donde actuaba yo. En “Humo de Marihuana”, por ejemplo, hice el papel de “El loco melena”, un traficante de drogas.

¿Cuál fue tu primer gran éxito?

El primero de todos fue “Me llaman gorrión”, en 1972. Me tocó hacer un personaje con el cual gané el premio “revelación del año”, de los Martín Fierro.

Después, al poco tiempo hubo otra cosa que me posicionó. Me llamó Narciso Ibáñez Menta, para hacer el papel de un gay, en una miniserie que se llamaba “El Robot”. Con esa actuación también fui nominado para los Martín Fierro.

Para aquella época eran personajes comprometidos…

Si. Por ejemplo en esta serie de Ibáñez Menta había dos personajes principales que eran gays. Yo interpretaba al gay galán, al lindo porque ningún galán de la época quería hacer de ese papel. Yo tenía un hambre bárbaro y me agarraba cualquier cosa, así que dije “venga”. Con esa interpretación volví a conseguir otra nominación para los Martín Fierro. Eran personajes muy divertidos para hacerlos como actor

De Bernard Shaw a Los Bañeros más locos del mundo

Lo que había comenzado como una carrera de actuación dramática, cambió de un día para el otro con una anécdota que, al contarla, todavía le dibuja una sonrisa al actor.

¿Cómo fue ese momento en que decidiste franquear la delgada línea que separa el llanto de la risa?

Un día haciendo una comedia de Bernard Shaw, “El discípulo del diablo”, en el San Martín y con dirección de Carlos Gorostiza. Esa obra es una comedia, pero el director decía que no. Yo hacía del hermano del discípulo, un deficiente mental. Antes de salir a escena me puse un vestuario de época, una peluca a lo Doris Day y entré en el escenario haciendo monerías. Se vino el teatro abajo. Yo no podía seguir por la risa de la gente. Víctor Laplace, que hacía el protagónico, se tentaba tanto que lo rajaron. Oír reír a la gente me gustó tanto que me dije: “¡Esto es lo mío!”. Me encantó y seguí con eso. De vez en cuando despunto el vicio y hago algo de drama en cine o televisión, cosas muy puntuales, pero lo que más me gusta es hacer reír a la gente.

¿Tuviste algún maestro en esto de hacer reír a la gente?

No, porque cuando yo empecé en esto, los cómicos eran muy distintos. Estaban Porcel, Olmedo, Altavista, Calabró y muchos actores teatrales. A mí me gustaban todos, cada uno en su estilo. Nunca tuve un modelo al cual quisiera imitar, afané un poco de cada uno.

¿Cuándo sentiste que estabas finalmente posicionado en el mundo del espectáculo?

Cuando llegó “Los hijos de López”, en 1980. En esa película yo era unos de los hijos de López, el más chico, que era el más gracioso, el personaje más rico.

A partir de ahí llegó una seguidilla de éxitos…

Si, hubo una época donde trabajé en muchos éxitos, como “Casi una pareja”, “Departamento de Comedia”, entre otros. Fue un momento muy especial, estaba tocado por una varita mágica, todos los años metía un éxito, hasta que un año llegó “Stress” en 1990, que duró 5 años al aire.  Me pasaba que cuando hacía algo, no lo quería repetir otro año, pensaba que la gente se iba a cansar y lo cambiaba todos los años. Cuando pasó un año de “Stress” y quise hacer otra cosa, desde Canal 13 me dijeron “ni locos, ni mamados”. Y así pasaron 5 años.

Clásicos como “Brigada explosiva” y “Los bañeros más locos del mundo”, se convirtieron en películas de culto ¿Se te cruzaba por la cabeza esa posibilidad?

No, fue algo que no pensábamos. A nosotros con los años nos pasó que la gente por la calle nos paraba y nos decía “¿cuándo vuelve La Brigada?”

Siempre lo hablábamos con Francella, ninguno de los dos pensó que íbamos a hacer un clásico y que íbamos a convertir a nuestra película en película de culto. Jamás lo imaginamos, pero se dio de milagro, por suerte. Digo esto porque hay varias generaciones que nos lo siguen reconociendo.

 

Teatro y algo más

Emilio Disi, además de ser actor, asegura ser un tipo normal, haber tenido “varios matrimonios” y se confiesa amante del deporte.

Además de actuar, ¿De qué otras cosas disfrutás?

Me gustan mucho los deportes. Me gusta el tenis, esquiar, el paddle, el golf, el fútbol. Actualmente no juego más al fútbol, hago tenis y paddle.

¿Dónde vivís actualmente?

Vivo en Buenos Aires y me gusta esa vida. Nací y me crié ahí. Lo que a todo el mundo le parece una locura, yo ya estoy acostumbrado a vivirlo. Disfruto el quilombo permanente, el tránsito, el ruido.

También me gusta mucho la provincia de Córdoba. Todos los años vengo a la ciudad de Córdoba en diciembre y me quedo hasta mediados de marzo.

¿Cómo estás econonomicamente? ¿Pudiste hacer una diferencia como para estar tranquilo?

Esta es una carrera en la cual si dejás de trabajar un año, te comés todos los ahorros. No es un oficio que te hace millonario y quedás salvado para toda la vida. Cuando te va bien, ganás bien, pero de repente te pasás varios meses sin laburar. Es pan para hoy, hambre para mañana. Hay que ser muy prolijo, guardar y ahorrar, no ser loco con la guita, pero si ganaste buena plata y sabés ordenarte, podés vivir.

Las temporadas estivales como la que acaba de terminar en Carlos Paz, ¿rinden a nivel económico o las hacés únicamente por placer?

Son dos cosas distintas. Antes que nada es un gran sacrificio hacer dos funciones todos los días, tenés que estar encerrado 7 u 8 horas en el teatro, no es tan simpático estar todas esas horas en un camarín de 2 por 2. Pero con una buena temporada te rinde muy bien económicamente.

¿Cómo ves al humorismo de hoy, el humor de Tinelli por ejemplo…?

A Tinelli hay que agradecerle porque sacó una camada de actores cómicos, que son todos jóvenes, piolas y muy diferentes. Él hizo un gran aporte, porque pese a estar desarrollando otro tipo de cosas ahora como “Bailando por un Sueño”, todos los años anteriores fue dejando humoristas nuevos. Son tipos que les falta escuela, pero que en años se van a convertir en grandes capocómicos.

¿Qué le dio Emilio Disi al mundo de la actuación?

Laburo. Creo que esta es una profesión como cualquier otra, tenés que laburar. Yo me paso horas y horas buscando gags, chistes, sketchs, situaciones. Te tenés que sentar en tu casa y dedicarle varias horas todos los días.

¿Qué proyectos tenés en carpeta?

Tengo pendiente la tercera película de Los Bañeros más locos del mundo y por otro lado ya me llamaron para la temporada teatral de 2009.

Además, con Miguel Del Sel tengo un programa de televisión desde hace 5 años en Miami. Cada tanto viajamos y nos quedamos alrededor de 20 días, en los cuales grabamos todos los programas de los próximos 3 meses. Es un programa cómico, tipo “Rompeportones”, que se emite por una cadena española y se ve en toda Latinoamérica menos en Argentina.

Así, como analizando algún proyecto nuevo, o con un nuevo sketch dándole vueltas por la cabeza, Emilio Disi se levanta, y con mirada contemplativa, sonríe y se despide.