Por Marcos Calligaris
Es uno de los nombres más destacados de la danza mundial. Bailarín principal del Royal Ballet de Londres, Iñaki Urlezaga ha cosechado gran reconocimiento en todo el mundo. Te presentamos vida y obra de un tipo “común” a pesar de su éxito.
Iñaki comenzó sus lecciones de danza a los ocho años en su querida ciudad natal de La Plata, y en muy poco tiempo su talento y su entusiasmo lo hicieron ingresar al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón de Buenos Aires.
Inmediatamente The School of American Ballet será por un año su casa. Allí llegó siendo todavía niño gracias a la beca de perfeccionamiento que se ganó por su inmejorable calificación de diez (10) en la carrera de Danzas. Esa experiencia sería una plataforma definitiva en su carrera.
Pero su gran carrera la comenzaría en el Teatro Argentino de La Plata, en 1991 bajo la dirección artística de Esmeralda Agoglia. Dos años más tarde el talento indiscutido de Iñaki le permitió ingresar por concurso internacional al Teatro Colón de Buenos Aires, asumiendo como Primer Bailarín.
A partir de ese momento el platense no pararía hasta el día de la fecha. Elegido por el coreógrafo francés Pierre Lacotte estrenó “La Sylphide” y en 1995, invitado por Anthony Dowel se unió al Royal Ballet de Londres, donde realizó una excelente carrera artística con proyección internacional.-
Como Principal Dancer ha desarrollado un amplio repertorio: El lago de los Cisnes, Don Quijote, Bella Durmiente, Cascanueces, Romeo y Julieta, Manon, Winter Dreams, Anastacia, Sinfonietta, Scene de Ballet, Dances Concertantes, The judas tree, New Bintley Ballet, Songs of the Earth, Giselle, Destino Buenos Aires (Tango), Tango en gris, entre otros. Y su repertorio, si bien ha realizado mayormente obras de Sir Keneth Mac Millan y Frederick Ashton, se ha enriquecido con obras de George Balanchine, David Bintley, Pierre Lacotte, Natalia Makharova, Peter Right, Anthony Tudor, Nacho Duato, Vicente Nebrada, Christopher Wheeldon, Ashley Page, Hans Van Manen, Oscar Araiz, entre otros.
Como Principal Dancer fue invitado a participar en los más importantes Festivales y Galas Internacionales, desde el World Ballet Festival de Tokio hasta la Scalla de Milán.
Y eso no es todo. En 2003, paralelamente a su carrera como Principal Dancer comenzó a incursionar en la actividad coreográfica, creando obras que han recibido excelente críticas de prensa y se han presentado en Festivales Internacionales: “Sylvia” con música de Delibes, “Floralis” con música de Prokofiev; “Danzaria” con música de Vivaldi; “Constanza” con música de Chopin.
Con semejante presentación y currículum puede pensarse que Iñaki Urlezaga es una de esas estrellas lejanas, difícil de alcanzar, pero en esencia sigue siendo un chico humilde, un chico de La Plata a quien le encanta disfrutar de las cosas simples y confiesa que le gustaría vivir más relajado.
Así, a sólo días de empezar una nueva gira por Holanda y con una simpleza que lo engrandece, nos espera sentado en un pequeño bar. Pide un café y empieza a contarnos la historia de un bailarín. Su vida.
¿Cómo llegaste a convertirte en lo que sos hoy?
No lo sé. Creo tiene que ver mucho con la formación que te han dado, también con la suerte que hayas tenido, tiene que ver con lo que el público te haya dado, porque sin la aceptación del público no creo que ningún artista de culto podría sobrevivir ya que si no se venden entradas, ningún productor te va a querer tener. Me parece que es un poco de todo, uno tiene que llegar en el momento justo, tener las ganas, el deseo, la inquietud y la inteligencia para poder desarrollar algo que alguien te da, llamalo Dios o como quieras.
Creo que al igual que lograr un éxito es medio inexplicable también. Yo no sé cómo se busca un éxito, no existe una fórmula, si no todo el mundo sería exitoso.
No soy una persona muy analítica, pero en mi caso creo que no existe un por qué de mi éxito.
¿Cómo se llega a ser bailarín y no futbolista en Argentina?
En mi caso porque yo quise ser bailarín desde siempre. En ese caso creo que hay cierta complicidad con el fútbol. El chico futbolista juega en el potrero desde los tres años; el bailarín también. Una persona sabe inconscientemente que va a estar relacionada con la danza, porque la vocación se te despierta desde muy chico. Cuando un chico a los 15 años no sabe si qué va a hacer, estudiar medicina o abogacía, el que va a ser bailarín ya lo tiene claro a los ocho años.
¿Te costó llevar adelante tu vocación en una etapa de tantos prejuicios como la niñez?
Yo iba a colegio público mixto, donde iba gente de clase media y baja y no tuve ningún tipo de conflicto personal. Pero no digo que no existan prejuicios, yo tenía compañeros de danza que cuando iban al colegio escondían las zapatillas en la mochila. Yo siempre viví en La Plata y llegaba tarde al colegio porque venía del Teatro Colón, a eso no podía ocultarlo por más que quisiera. Yo no tuve esos prejuicios pero creo que van a seguir existiendo siempre más allá de que muchas cosas estén más aceptadas. Son cosas culturalmente ancestrales que no creo que cambien.
¿En qué momento estuviste seguro de que la danza era definitiva en tu vida?
Siempre. Desde el primer día que entré al Colón, supe que iba a bailar en ese teatro. Es algo que quizás no esté en mucha gente definido, en mi caso sí, de toda la vida.
Danza ecuménica
Iñaki es un ciudadano del mundo, pasa más tiempo volando de ciudad en ciudad que bailando. Esto le ha permitido conocer no sólo las últimas tendencias de la danza a nivel mundial sino también la idiosincrasia de un sinfín de pueblos y poder tener una idea del significado de su figura a nivel nacional e internacional.
¿Qué diferencias notás entre el público argentino y el público del exterior?
La idiosincrasia. El latino es más efusivo, menos acartonado, menos complaciente, si no le gustás no te aplaude. El inglés, por ejemplo, es más estructurado, ellos tienden a aplaudir les guste o no el espectáculo, como una manera correcta de acompañar al artista.
¿Cómo ves a la danza argentina en el mundo?
Individualmente la veo brillante. Hay bailarines fantásticos, como lo es nuestra raza. Somos un pueblo de mucho talento en diferentes órdenes de la vida.
Hablando de pueblo, sos de origen vasco. ¿En el escenario hay algo de tus orígenes?
No, en el escenario nada, pero en la vida cotidiana la tozudez y todos las cosas malas que puedan tener los vascos, las llevo yo.
Creo que el conjunto de tantas culturas ha hecho eso fabuloso que tenemos que en Argentina, que somos talentosos en muchas cosas. Cuando chocás culturas, salen cosas muy buenas. También pueden salir desastres -que también los tenemos (risas)-.
¿Vas seguido a bailar al País Vasco?
Si, voy seguido. Ellos están convencidos de que soy vasco. Miran mi nombre en el diario y están seguros. Ni se imaginan que soy platense.
¿Qué considerás que le aporta tu figura a la danza argentina?
Trato de mantener, en Argentina, un espacio abierto con respecto a la danza, sobre todo la clásica. Eso creo que es lo más importante que le puedo dar al público. En un lugar como nuestro país, donde hay tan poco ballet de manera oficial, me siento como un Kamikaze. Yo no tengo ningún tipo de sponsor ni nada que me facilite la tarea que realizo en Buenos Aires y el hecho de poder seguir luchando por eso, más allá del corralito, más allá de que fluctúe el dólar, yo sigo transitando el mismo camino de siempre y creo que el público lo recibe a cambio. Si el día de mañana decido cerrar la compañía, hay una fuente menos de ballet en Argentina y creo que actualmente las compañías privadas hacemos mucho para mantener la danza en el país.
¿Qué otras actividades te gusta desarrollar a nivel personal?
Veo mucho teatro. El teatro de prosa es lo que más me gusta, de ahí proviene el hecho de que me guste todo lo narrativo.
Se puede fusionar la danza-teatro ¿No te ves haciéndolo?
Si, se puede fusionar, pero tenés que tener un genio como Pina Bausch, no es fácil. Juntar dos cosas tan diferentes como lo son la voz y el cuerpo, tenés que tener alguien muy elevado intelectualmente para hacerlo. Yo, de la mano de alguien muy talentoso, me animo.
¿Cómo se compone tu familia?
Tengo una hermana, mis padres y una abuela. Viven todos en La Plata
No renunciás a vivir en la “ciudad de la diagonales”…
No. Gracias a Dios puedo seguir viviendo en La Plata. Cuando estoy en Argentina trabajo ahí, que es donde decidí seguir residiendo trabajando. Buenos Aires es un caos y yo no tengo ganas de padecerlo. La Plata es más tranquilo, tenés todo relativamente cerca y podés ir caminando a lo de tus amigos; podés ir un martes a la noche a tomar un café. En Buenos Aires tenés que hacer las cosas una vez por semana debido a las distancias.
¿Sos de plantearte metas a largo plazo?
Nada. A las giras las tengo que armar con tiempo por obligación, porque sé que tengo que tener resuelta una agenda amplia de tiempo, pero no porque me agrade. Yo no sé qué puede llegar a pasar de acá a seis meses…
¿Te sentís asfixiado por esa agenda?
Si, totalmente claustrofóbico. Pero es inevitable. Cuando te llaman para actuar en Europa, no lo hacen para pasado mañana, lo hacen para enero de 2009. El mundo se maneja así y yo creo que está bien, si no existe una organización no se puede trabajar.
¿Seguís percibiendo la danza como una fuente de placer?
Si, también de goce, de disfrute. Creo en eso y no creo en el masoquismo ni nada que tenga que ver con la tortura. Lo mío no es un sacrificio, sí una vida sacrificada, pero tiene cosas muy lindas.
¿Cuál es la obra que más te gustó representar?
Seré injusto en decir una sola, pero una obra que a mí me produce gran placer bailar es Giselle. Así como considero que el primer acto es bastante aburrido y es espantoso musicalmente y coreográficamente, el segundo es tan magistral, tan perfecto, tan especial, que para cualquier artista es impagable hacerlo.
¿Tenés pensado incursionar en alguna otra área de la danza?
Creo que los bailarines clásicos no pueden bailar mucho contemporáneo. Eso es una mentira. Mucha gente tiende a decir “si, yo puedo bailar todo”, pero el que mucho abarca, poco aprieta.
¿Te dedicarías a la enseñanza?
Enseñanza rigurosa, como ir a una escuela de ballet a enseñar no haría. No tengo paciencia para eso y torturaría a todo el mundo. Me gusta trabajar desde el momento en que la gente está formada, en adelante. Yo siempre fui autodidacta y nunca soporté mucho a los maestros.
¿Qué te ves haciendo de acá a diez años?
Me veo más tranquilo. Espero no estar yendo tanto a Ezeiza, espero que mejoren el radar en el aeropuerto, o que lo hayan puesto (risas). No planifico nada, pero creo que mi vida no va a tener el eje que tiene hoy.
Iñaki Urlezaga se pone de pie, la entrevista llegó a su fin. Camina unos pasos y se mezcla entre la gente ocasional. Nadie lo mira, nadie lo acorrala a preguntas. El debe estar satisfecho, ¿qué más quiere un chico de barrio que goza de semejante fama internacional?