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Carlos Bilardo: “El fútbol cambia coma la vida”

Por Marcos Calligaris

Carlos Salvador Bilardo es una leyenda en Argentina, país futbolero por excelencia.
Este ex futbolista y médico de 67 años fue el responsable técnico del equipo argentino, que con Diego Maradona como estrella indiscutible, se quedó con el mundial de México 1986 y luego fuera subcampeón en Italia 1990, en ambas ocasiones enfrentando a Alemania en la final.

Hoy, en su Buenos Aires natal, Bilardo se desempeña como periodista radial y televisivo, y entre otros objetivos no descarta volver a dirigir a la selección de Argentina.

¿Por qué el mundial genera tanta expectativa?
Es el torneo más importante que tiene el fútbol. Se juegan muchas cosas. Tenés que tener en cuenta que antes había 30 ó 40 países participando y ahora hay 203. Es el evento mayor de un deporte internacional.

¿Con qué hecho puede compararlo?
Así no hay. Yo no he visto nada igual. Me sorprendo por el despliegue que se arma alrededor. En el mundial de Corea–Japón 2002, muchos me criticaban, decían “¿Qué ve Bilardo?”. Pero nunca se vio tanto despliegue. Vos empezás a ver camiones por todos lados, que derechos de televisión por un lado, que derechos de Internet por otro, qué se yo…venden todos los derechos, el dinero que se mueve, viste….es algo descomunal.

¿Qué tiene el fútbol que no tenga otra disciplina para generar eso?
La pasión con la que se lo vive en los países grandes. En países europeos como Alemania, Italia, Francia, Inglaterra. Acá en América, a todo el mundo le gusta el fútbol, en Asia ahora también. La gente siente mucha pasión por este deporte, fijate que llega esta fecha y salen a comprar televisores, radios… es una locura.

¿Cuándo sintió en carne propia por primera vez esa pasión?
Indudablemente cuando ganamos en México ‘86 ¿Vos sabés lo que es llenar dos veces la Plaza de Mayo en Buenos Aires? Y eso no es nada, desde el aeropuerto hasta el centro fue un caos impresionante. La gente se ocupó de demostrarnos la importancia que tenía esto y ahora no lo olvidan.

¿Y esa pasión puede convertirse en presión?
Si, nosotros sabíamos que era así. En el ’90, cuando perdimos el primer partido, le dije a los jugadores: “Si llegamos a perder el segundo y nos quedamos afuera, agarro el avión, pongo el piloto automático, subimos todos y que se venga abajo. Yo no vuelvo a Buenos Aires.”

¿Cómo fue para usted el primer mundial que le tocó ver desde afuera?
Fue en Estados Unidos ’98. Sufrí como loco.

Si le pido que me cuente sólo una anécdota del mundial ‘86, ¿Cuál es la primera que se le viene a la mente?
Es difícil, son muchas. Pero siempre recuerdo que la gente quería ‘wines’ (punteros),  yo empecé a sacar los ‘wines’ en ese momento, y ahí se acabó este sistema. Ahí creé un nuevo sistema táctico que era ‘3-5-2’ y nadie entendía de qué se trataba. Luego ese sistema fue reconocido por la “World Soccer” y se volvió una táctica mundial.

¿Cómo se toma el hecho de ser uno de los pocos técnicos del mundo que poseen un titulo a nivel mundial?
Me lo tomo tranquilo, sin problemas. Son cosas lindas que hay que recordarlas, pero nada más que eso.

¿Cambió mucho el fútbol desde 1986 hasta hoy?
Sí, el fútbol va cambiando como va cambiando la vida.

Cuando un técnico sale campeón del mundo… ¿Se le acaban las metas?
A nivel dirección técnica es lo máximo que se puede alcanzar, después todo lo otro te parece muy fácil. Obviamente quedan las otras metas de la vida.

¿Cuáles son las chances de Argentina en Alemania?
Tiene muchas posibilidades…

¿Es consciente de que si Argentina no llega a tener una buena participación, la gente lo va a llamar a gritos?
Es probable, con la gente siempre estuvo todo bien.

¿Se ve nuevamente dirigiendo a la selección?
Si, puede ser. En la vida nunca hay que decir que no a nada…

Víctor Brizuela: “La FIFA tiene más poder que la ONU”

Por Marcos Calligaris

(Sirva esta entrevista para mantener vivo el recuerdo de una de las personas con las que recorrí mis primeros pasos en el periodismo.)

Víctor Brizuela es una de las personas más autorizadas en Argentina y el mundo para hablar de fútbol y del Campeonato Mundial.
Con más de medio siglo ilustrando por radio cada detalle de lo que sucede en los escenarios futbolísticos más importantes del planeta, el Maestro Víctor no ha dejado de acompañar a la selección Argentina desde el mundial de Chile 1962.
Como dato extraordinario que lo pinta de pies a cabeza, el de Alemania será el undécimo mundial de este mito viviente del periodismo deportivo.
Lo que le sobra son anécdotas, reseñas y experiencias a Víctor Brizuela, quien vive de lo que le gusta y gusta de lo que vive.

¿Por qué se genera tanta expectativa por el mundial en nuestro país?
El fútbol no sólo mueve a los argentinos, mueve al mundo entero. No hubo nunca, ni hay ningún evento que pueda concitar mayor atención a todos los niveles en todo el planeta. Todos los países se conmueven con este campeonato. Desde Hitler al Papa no falto ninguno haciendo acto de presencia en este tipo de juego. Además es un evento de tipo social, de tipo cultural-
Tomando solamente un aspecto que nos permita medir lo que implica un mundial, creo que no hay ninguna actividad que justifique como ésta, semejantes inversiones publicitarias.

¿Hasta dónde llega el poder de la FIFA?
Me atrevo a decir que tiene más poder la FIFA que la Organización de Naciones Unidas (ONU). La FIFA hace todo lo que se propone y tiene más países afiliados. La ONU es muy declaracionista, hacen ricos cócteles y reuniones muy importantes, pero logran muy poco.

Viéndolo de este punto, la FIFA tiene tanta injerencia en la organización como el país sede…
La FIFA es muy organizada, a tal punto que es la institución que realmente organiza el evento. Desde la FIFA le mandan al país sede, un documento que dice “Mire, esto es lo que tiene que hacer en los próximos 6 meses”. A los 6 meses te mandan una inspección y si los trabajos están atrasados te multan y hasta corrés el riesgo de que te quiten el mundial. Y así te dicen todo lo que tenés que hacer. Yo le doy un mérito grande a esta gente.

¿Qué significa para un periodista deportivo como usted cubrir este evento?
Para un hombre del fútbol como yo, es lo más grandioso que se me puede ofrecer. Te lo digo porque yo vivo creciendo con los mundiales. En Alemania cumplo mi mundial número once. Hace poco tiempo le comenté a Franz Beckenbauer que yo había estado en el primer mundial que organizó Alemania en 1974 y que me acordaba hasta de la canción germana de aquel mundial. Ahora me toca volver y encontrarme con una realidad totalmente distinta después de tantas cosas que pasaron en esa república. Es muy especial.

Usted puede contar parte de su historia personal a través de los mundiales…
He adquirido mucha experiencia a través de un itinerario de mundiales que comenzó en Chile 1962, en la pobre Chile de aquel momento, luego siguió en Inglaterra en 1966, cuando sino hubiera sido por un árbitro alemán que nos sacó capaz que llegábamos a la final…y así podríamos enhebrar casi cincuenta años de fútbol internacional.  

¿Cuál es esfuerzo de un periodista “detrás de escena” previo al mundial?
Antes que nada este trabajo no es un esfuerzo. Porque hacer lo que realmente te gusta, vivir dignamente de ello y encima poder conocer el mundo….yo no lo llamaría esfuerzo.
Esto es como un virus que te contagia y no te lo podés sacar nunca más. Te sucede que en el momento en que un mundial está terminando ya estás haciendo las valijas para el próximo. Creo que lo podría llamar esfuerzo si tuviera que empezar de nuevo, pero si te venís preparando durante 50 años y le dedicaste lo mejor de vos, ya no es un esfuerzo, es un compromiso que asumiste con la gente a quienes tenés acostumbrados a que siempre vas a estar.

¿Qué le gusta contarle al público acerca del mundial?
Si yo fuera al mundial a hablar sólo de fútbol, significa que tendría una pelota en la cabeza. Además nos soy un hincha de fútbol con un micrófono en la mano. Siempre procuré contarle a la gente acerca de vivencias, cosas que pasan. Durante un partido, sería incapaz de no contarle a la gente que al lado de mi cabina hay un Sultán, por ejemplo, que viene de tal país; o que me encuentro en Zaire, donde el ingreso per cápita es de tanto, y qué es lo que comen, y que automóviles veo por la calle, etc. Creo que he logrado satisfacer lo que la audiencia quiere escuchar. No soy un hincha.

La tecnología ha ido haciendo muy diferentes sus coberturas…
Lógicamente las cosas cambiaron mucho: antes hacíamos transmisiones muy a pulmón hoy la tecnología te facilita todo. Y aprovecho para darte una primicia, nuestros ingenieros para esta ocasión han logrado que podamos superar el delay. Esto es el tiempo, las milésimas de segundo en que la radio llegaba más tarde que el televisor. 

¿Cuál fue el hecho que más lo marcó a través de los mundiales que recorrió?
En el año 1979, estaban por jugar Italia contra Argentina en Roma, cuando el Papa concedió una audiencia con las delegaciones de los dos países. Ese día pude llegar hasta delante del Papa Juan Pablo II, lo tomé de las manos. Siempre me quedó la idea de que había tocado las manos del representante de Dios, y que esa milagrosa situación me vinculó, me mantiene vivo.

¿Gana Argentina el mundial?
Esta vez no vamos pensando en que somos los mejores y por eso vamos con muchas chances.

Maestro, sus anécdotas son inagotables, ¿cuándo va a escribir su propio libro?
Cuando sea grande.

 

El humor tiene quien lo sostenga

Entrevista al ‘Flaco’ Pailos, humorista
Por Marcos Calligaris

“La imaginación consuela al hombre de lo que no es y el humor lo consuela de lo que es”. La frase emerge de la boca de Fernando Pailos.
Fernando ‘El Flaco’ Pailos es el humorista del momento. Tiene 41 años, nació en el barrio cordobés de Güemes, aunque él prefiera decir que nació en la maternidad.

Mirado por muchos como el sucesor de Cacho Buenaventura y el Negro Álvarez y mentor de un estilo propio, este ex flaco se siente orgulloso de poseer el don de divertir a la gente y no le afecta en lo más mínimo el hecho de haber abandonado cuatro carreras universitarias.

Su perseverancia y su alma buscavida lo llevaron desde vender rifas, hasta maravillar a la mismísima Susana Giménez o dejar a Marcelo Tinelli tendido en el piso por la risa.

Boca sucia. No se le caen las malas palabras de la boca, a las cuales considera totalmente necesarias para ser sincero.

Pailos es un caso aparte. Piola, fresco, sincero, agradecido, no deja de saludar a quien le grita desde algún auto o le palpa la espalda como si lo conociera de toda la vida.

El Flaco Pailos se instaló en la movida del humor desde la cuna misma de la risa.

Se baja el telón y en cada uno de sus shows el flaco comienza diciendo que para este año tiene dos noticias, una buena y una mala: la buena es que los argentinos sabemos reírnos de nuestras desgracias y la mala…que este año nos vamos a cagar de risa.

Comienzos con la viola

 

¿Tuviste una adolescencia muy apegada a la música.

Si, desde 1982 tuve distintas bandas con las que pude recorrer muchos lugares tocando desde música country hasta rock Pero fue recién en 1992 cuando formé mi primer grupo exitoso. Nos juntamos con unos amigos y fundamos “Los viejos pescados”, una banda con la que hasta llegamos a hacer temporada en Carlos Paz junto a Alejandra Pradón en el ’98.

¿Cómo surge la idea de hacer reír a la gente?

Fue un día en un pub de Río Tercero. La gente estaba muy parca, ni nos miraban. Entonces el gordo que tocaba con nosotros contó un chistecito, yo tiré algún otro, como amenizando, y vimos que funcionaba. De repente todo empezó a andar bien, lo empezamos a hacer con frecuencia como complemento de la música y poco tiempo después todo fue al revés, el humor era protagonista y la música complemento.

¿Cuándo fue el momento en que dijiste “soy un humorista”?

Una vez estaba por empezar a cantar un tema y dije: “Bueno, para los que no me conocen soy Fernando Pailos, y para los que me conocen –y quedé mirando con cara de nada- también soy Fernando Pailos.” Y se empezaron a cagar de risa.
Hablando en serio, considero que me recibí de humorista hace recién dos años. De repente me di cuenta de que podía seleccionar los lugares donde quería laburar. Si bien hace mucho que vivo de esto, recién desde el año 2004, anoto “humorista” en las fichas que te preguntan la profesión. Antes ponía músico, estudiante, que se yo…

¿Y cómo describís a tu humor?

Es un humor muy fuerte. Cacho Buenaventura me sabe decir “hace treinta años que me vengo cuidando para no decir malas palabras y venís vos con el ‘cu….’ que no se te cae de la boca y nos cambiás toda la historia. Obviamente me lo dice con buena onda.
Además en las historias que cuento siempre hay algo político, una crítica a algo que no está bien. Lo puedo definir como un humor muy contestatario.

¿Cómo se compone actualmente un espectáculo del Flaco Pailos?

Nuestra propuesta hoy es mucho más compleja y adaptada al teatro. Nos acompañan los chicos de la Camerata Córdoba –violinistas-; también tenemos un grupo de baile que se llama Makumba. Juntamos estas tres patas, preparamos un guión teatral y así surgió “Los Inservibles”, que es el nombre del show que en la actualidad ponemos en escena y con el cual nos está yendo bárbaro.

El empuje de la televisión

En el año 2000 Marcelo Tinelli organizó en su programa, el campeonato Argentino del humor, suceso que iba a marcar un antes y un después en la carrera del Flaco Pailos. Su mujer le insistió bastante para que se presentara al casting, y aunque esto le generó un dilema porque él ya estaba trabajando como humorista en su ciudad, finalmente accedió a la intuición femenina y su carrera iba a dar un vuelco substancial.

¿Cómo fue lo que viviste con Marcelo Tinelli?

Me presenté al casting de Video Match y ya había terminado. Por esas cosas del destino el productor era amigo mío, así que hizo armar nuevamente las cámaras, conté un chiste y a las dos semanas me llamaron y partí para Buenos Aires. El primer día competimos cuatro humoristas y perdí. Pero mi cuento duró once minutos, porque mientras los productores me decían que redondeara la idea, Tinelli se estaba muriendo de risa en el suelo, así que seguí contando. Al día siguiente cuando me estaba por volver a Córdoba, me llamaron al hotel para decirme que Tinelli estaba copado conmigo. Así fue que hicieron un repechaje que gané y al año siguiente quedé junto a Cacho Garay participando en el Show del chiste.

Tu figura se siguió acrecentando en el resto del país. ¿A qué se lo atribuís?

Después de lo de Tinelli trabajé junto al imitador Mario Devallis en el programa Lagarto Show, algo que me permitió darme a conocer bien en la provincia en que nací. Además trabajé en muchos medios radiales de Córdoba, hasta que finalmente el año pasado, me convocaron del programa de Susana Giménez donde fui incluido en la selección nacional del humor. Allí compartí estudio con figuras del humor nacional como Chichilo Viale, Lambetain y Daniel Araoz entre otros. Creo que toda esa exposición en los grandes medios fue trascendental, pero no te olvidés que hace 24 años que estoy trabajando en esto.

Si bien no sos un nene, estás considerado como una especie de “crack” de las inferiores del humor; un pibe de la cantera humorística de Córdoba…

Si, sucede que de la nueva camada de humoristas soy el más joven. Siempre me quedó grabado, cuando una vez me encontré con el Sapo Cativa en el programa de Susana. Estábamos sentados juntos y todo el mundo lo saludaba a él “¿qué hacés sapo, cómo andás? Y el respondía señalándome con el entrecejo: “Estoy acá…con el semillero”. Es muy gracioso y gratificante.

Tenés un público bastante heterogéneo…

Sí. Hace una semana iba caminando por la peatonal; me para una señora y me dice: “a mi hija le encanta el cuento de la cenicienta, dele un beso”. Me doy vuelta buscando para todos lados y no había nadie. Miro para abajo y la nena debe haber tenido 6 años. Es algo muy raro pero a mis discos los escuchan chicos de 10 años. O sea que tengo público para rato (risas).

¿Cómo es la vida de un humorista?

Como la de cualquier otro, a diferencia que de vez en cuando, cuando voy por la calle me gritan ¡“Eh flaco, contate un chiste”!

¿Y que hacés?
Les digo “¡Ah culiau! Si fuera Meolans, me hacés nadar”. Y con eso zafo.
A veces suelo estar con mi hija y la gente viene a sacarse fotos. Yo no tengo dramas, pero después les digo que quiero estar con la nena y lo entienden. La gente se ubica.

Al Flaco Pailos la vida no le sonríe, le ríe a carcajadas.

Sin repetir y sin soplar

Un color: El celeste, por Belgrano de Córdoba

La última película que viste en el cine: La aventura del Poseidón

Un deporte: Metegol sin arqueros

Cacho Buenaventura o El Negro Álvarez: Un cachito del negro

Vino tinto o Vino Blanco: ¿Por qué “o”?

¿Fernet o Cerveza? Fernet, pero no genérico.

¿Rubias o Morochas? Morochas teñidas

Luciano Supervielle: “Músicos como Piazzolla sólo hay diez por siglo”

Entrevista a Luciano Supervielle, músico
Por Marcos Calligaris

El tango no ha dejado de evolucionar, y como una de sus tantas ramificaciones, la veta electrónica se supo ganar un lugar en las preferencias de un público llamativamente heterogéneo.

Luciano Supervielle es uno de los referentes de esta movida. Tiene sólo 30 años y su vida ha transcurrido mayormente entre Uruguay y Francia. Vivió toda su adolescencia en Montevideo y después cambió el mate uruguayo por las callejuelas parisinas.

Retornó a Montevideo para trabajar en Bajofondo Tangoclub, mientras sigue viajando constantemente a España para tocar con Jorge Drexler.

Actualmente el uruguayo goza de un presente inmejorable con el éxito de su primer disco solista, “Supervielle”, en el que entremezcla instrumentos clásicos y computadoras para lograr un estilo de música particular en el que en un mismo tema  pueden encontrarse una base tanguera, discursos de Hip Hop y hasta un relato de fútbol rioplatense.

En argentina su música ya tiene a muchos cultores, por eso antes de cada gran gira es frecuente ver a Luciano Supervielle por estas tierras, devolviendo al público parte de su influencia.

 

Pocos saben que sos parisino, ¿Cuánto tiempo viviste allí?

Viví allí por cuatro años, luego me fui a vivir a México, donde estuve por otros cuatro años, hasta que finalmente me fui a Montevideo, donde crecí hasta los 20 años. A esa edad me fui nuevamente a Francia y actualmente resido en Uruguay, aunque estoy viajando permanentemente a Argentina y Europa.

Tu música es muy diversa. ¿Se puede explicar justamente desde tu contacto con tantas culturas diferentes?

Sí, me parece un factor muy importante en mi música. El hecho de haber conocido y crecido rodeado de distintas culturas es muy notorio en el trabajo que hago. Pero también creo que me ha influenciado mucho el hecho de ser curioso por distintas cosas; haber tenido contacto con tanta gente diferente me ha hecho ser una persona curiosa y particularmente curioso por las cosas nuevas.

¿Entonces no podrías describís tu estilo?

Es difícil. Si me preguntás eso te diría que hago música que me suena bien.

Tu música tiene indudablemente mucha influencia de Piazzolla. ¿Qué pensás que hubiera opinado él de tu trabajo?

Creo que si Piazzolla viviera hoy y tuviera 30 años, en algún momento se hubiera interesado por visitar la música electrónica desde su lenguaje, así como se interesó por la música electrónica de los setenta y también lo hizo por la música clásica.

Astor Piazzolla era un tipo muy curioso por visitar distintas fuentes de inspiración, distintos ámbitos de la música. Obviamente estamos hablando de un tipo que fue un revolucionario. Músicos como Piazzolla sólo hay diez por siglo.

Trabajás con Gustavo Santaolalla y Jorge Drexler, dos premios Oscar en musicalización de películas ¿Te ves incursionando en ese ámbito?

Eso es algo que siempre me interesó mucho. Tengo algunas experiencias de hacer música para cortos y es algo que en cuanto tenga la oportunidad de hacerlo lo voy a realizar. Me encanta.

¿Con qué meta te levantás cada día?

Principalmente mi meta es poder seguir viviendo de la composición. Mi lugar en el mundo está frente a mi piano y mi computadora componiendo música. Si puedo hacer eso por el resto de mi vida, voy a ser un hombre feliz.

Empate técnico

Por Marcos Calligaris

Llegaba a trabajar luego de almorzar. Meto las manos en el bolsillo y empiezo a hurgar buscando las llaves. Cuando encuentro un llavero de la Torre Eiffel, suelto el manojo y agarro inmediatamente el otro que quedaba en mi bolsillo. De esa forma, al tacto, encuentro las llaves del trabajo.
Desde hace un mes las llaves del trabajo tienen una particularidad, un sensor. Por una cuestión de “madurez” se supone que a mis 27 no debería sentir placer por abrir automáticamente una puerta con un interruptor. Pero no es una cuestión de edad, sino de era. Para mí el proceso de automatización de las cosas es algo actual, algo que está ocurriendo. Nací en el límite de dos épocas y a menudo lo disfruto mucho y dudo de si algún día lo veré como algo corriente. Al igual que la puerta del edificio de mi trabajo, me sigue sorprendiendo cada vez que abro la puerta de un cajero automático ¡con una tarjeta! O cuando en medio de alguna ruta desolada me suena el celular, o cuando escucho un programa de radio de Bélgica en el Ipod, mientras camino por la peatonal San Martín.

Pero sigamos en la entrada del edificio.
Corro hacia la derecha la reja que me separa de la puerta de vidrio cuando al fondo del pasillo del edificio identifico dos bultos. No sé distinguen muy bien las personas pero a lo lejos veo que es una señora con un nene.
Giro mi cuerpo para cerrar la reja tras de mí y cuando dirijo la vista nuevamente hacia el frente veo que el nene se lanza en una carrera alocada hacía mí. No pude darme cuenta en esos dos o tres segundos cuál era su intención. Chocarme no me iba a chocar, había una puerta de vidrio que nos separaba pero había algo que me fastidió rápidamente. Sólo comparable con esas situaciones de peligro en las cuales uno responde instintivamente con la mano para protegerse el rostro, avancé un paso hacia delante y estiré mi mano sin razonar. El nene también había llegado y había estirado la mano hacia la puerta. Sólo el chiflido de la chicharra que hace el interruptor al abrir la puerta me hizo dar cuenta de lo que había sucedido. Ambos nos habíamos retado a duelo. A mí me inundaba una mezcla rara de vergüenza y satisfacción y ahora que lo veía de cerca el nene me daba cuenta de que no tenía más de 5 años.
Nos habíamos batido a duelo. Creo que él lo hizo más consciente que yo porque cuando pasó tras de mí oí que le decía a su madre “Le gané mamá, le gané”. Yo no creo que me haya ganado, la chicharra sonó al mismo tiempo.

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