Por Marcos Calligaris
Tengo a mi izquierda a Piñón Fijo, con quien he acordado una entrevista. Le pregunto algunas bobadas como para romper el hielo y en un santiamén estamos en pleno diálogo.
Piñón habla en la primera persona del singular hasta que de repente su tono de voz suena un poco más grave y comienza a utilizar la tercera persona del singular. “Piñón es como un duende, como un personaje que va cambiando porque la vida va cambiando”, afirma.
Entonces caigo en la cuenta de que el que está contestando ahora es Fabián Gómez y me apresto a preguntarle cosas que tienen que ver con el behind the scene.
Cuando me dirijo al hombre de carne y hueso, me responde nuevamente Piñón en la primera persona del singular. “Hace un tiempo ya que aprendí a no ponerle techo a los sueños”, me dice el ídolo de los chicos.
Estudio silenciosamente a quién dirigir mis preguntas. La persona gramatical se vuelve un desafío cuando entrevistás a un personaje que esconde a otro no menos interesante tras el maquillaje. “¿Pero a quién vine a entrevistar yo, a Piñón Fijo o a Fabián Gómez?”, me pregunto. Ya que estamos, quizás yo también tenga otro personaje que me responda. Si lo tengo es mudo. Entonces me remito a la evidencia estética del personaje que está sentado a mi izquierda: la cara pintada de blanco, dos lagrimones negros, una bocota roja bien delineada, un gorro amarillo en la cabeza, un atuendo multicolor y unos súper zapatos. Creo haber resuelto el dilema. Estoy entrevistando a Piñón Fijo.
Es entonces cuando Piñón Fijo y Fabián Gómez terminan por desconcertarme totalmente al contestar al unísono en la primera persona del plural. “Cuando empezamos a soñar esto, no sabíamos ni de coyunturas ni de posibilidades, simplemente soñábamos”.
Es simple: Fabián Gómez está mimetizado con Piñón Fijo y Piñón Fijo con Fabián Gómez. Se turnan para responder y a veces uno responde la pregunta que se dirige al otro.
El secreto está en sus ojos. Al mirarlo uno descubre que intentar disociarlos es un error. Porque si algo comparten Piñón y Fabián es la mirada, la visión del mundo, el punto de vista sobre la niñez y la importancia de tratarla con alegría y cuidado.
“Medio juglar, medio payaso, medio mimo, medio todo”, como él se define, es el gran animador de la infancia argentina.
El punto de inflexión en su vida artística se llama Buenos Aires. Hacia atrás en el tiempo, una infancia en la mansa Deán Funes, actuaciones a la gorra en plazas y parques, animaciones de cumpleaños y festivales. Hacia adelante en el tiempo, fama nacional e internacional, programa en Capital Federal, 57 Gran Rex, 17 Luna Park, presentaciones en teatros de Sudamérica y España.
Consagrado pero tranquilo, hoy Piñón Fijo ultima detalles para su debut cinematográfico, mientras gira por gran parte del país.
Repasamos su historia en un diálogo.
Cuando trabajabas a la gorra, ¿se te cruzó por la cabeza que ibas a terminar hacienda una película?
Todas las cosas que me han sucedido, alguna vez las soñé. Quizás nunca las proyecté para un determinado momento de mi carrera, pero se fueron dando mágicamente.
Esto es otra oportunidad de aprender algo nuevo.
¿Incluirías tu película dentro del nuevo movimiento que se está dando en el cine cordobés o más bien es un paso natural en tu carrera?
Es un sueño que viene presente en mí desde hace mucho tiempo, pero seguramente se han alineado algunos astros para que pueda cumplirlo. La realidad de hoy da posibilidades que estimulan y posibilitan a gente a invertir en proyectos de este tipo. De esa manera se hace más realizable.
Uno no puede ser tan soberbio de desconocer una coyuntura que es muy favorable. De todas maneras, cuando empezamos a soñar esto, no sabíamos ni de coyunturas ni de posibilidades. Simplemente soñábamos.
Distintos diarios de Latinoamérica se hicieron eco de tu película. ¿Creés que puede ser un hito a nivel regional?
Ojalá. Hace un tiempo ya que aprendí a no ponerle techo a los sueños y así me va. Un día me encontré cantando en el Teatro Alcalá de Madrid, otro día me encontré en Ecuador, otro día me enteré que en la televisión cubana –que es muy exigente con el tema del contenido- estaban dando los videos de Piñón. Creo que esto es como hacer una canción o tener un hijo, uno sirve de medio para que se produzca, después tiene vuelo propio.
Con el cine cerrás un círculo que incluye teatro y televisión. ¿Qué sigue luego?
Eso depende de las ganas de seguir soñando que tengas. Por ahí el medio o el mercado te lleva a tener ese tipo de círculo cerrado, pero yo creo que la vida se trata de ser feliz. Hace 20 años que ando de gira y no me canso, creo que mientras tengas ganas de hacer algo y la vida te lo permita, esto no tiene cierre.
Piñón está siempre igual. ¿Cuántos años tiene?
El personaje tiene 21 años pero tiende ser medio atemporal, a tener un perfil mágico. Piñón es como un duende, como un personaje que va cambiando porque la vida va cambiando, pero filosóficamente es medio atemporal.
Cómo creés que te perciben los chicos, como un súper héroe, un payaso…
Yo no busco que me miren como súper héroe. No logro discriminar cómo me ven, pero habiendo música y mensajes compartidos de por medio, creo que lo perciben como a un amigo, un amigo medio juglar, medio payaso, medio mimo, medio todo. Y creo que todos esos medios justifican el fin que es la amistad con los chicos.
El tema de la devoción a los artistas y el hecho de verlos tan lejanos e intocables, a mí no me gusta como público y como artista me da mucho pudor. Más aún si estás en contacto con los chicos
Sos admirador de Rubén Blades, ¿hay alguna influencia del panameño en Piñón Fijo?
En todo lo que hago soy muy autodidacta y en todo lo que he aprendido se han infiltrado estímulos que fueron tiñendo mi carrera de cosas que me gustan. Obviamente que al escuchar todo el tiempo a Rubén Blades, la música que hace y la evolución que él hizo desde la salsa, me ha influenciado. Seguramente está presente de alguna manera.
Con 9 trabajos, tenés una discografía que más de un músico debe envidiar…
Sí, Piñón sin la música no sería Piñón. Antes que nada, Piñón es música, canciones, letras. Yo no me considero nada, porque no tengo el título de nada, pero si desde algún lugar nació Piñón Fijo, fue desde una guitarra… y de un saxo cloacal. (Risas).
¿Cómo hacés para divertir a los niños en una época en que la tecnología ocupa espacios primordiales?
Yo creo que tiene que ver más con el trato, con el hecho de no subestimarlos, con la transparencia, con la música. No reniego de la tecnología y en la medida en que puedo usarla, me fascina, pero la veo como medio. Muchas veces reniego de cuando se usa la tecnología como fin, cuando pasás 3 horas irrecuperables de tu vida preguntándole a una amigo en facebook “ ¿y vos qué estás haciendo?”. Luego él te pregunta lo mismo a vos y perdés un montón de tiempo. A partir de ahí es cuando reniego un poco y me sale el papá medio viejo que soy.
En mi caso está bueno usarla como medio para la magia, para la música. Y en definitiva, uno de los motivos por el cual hoy podemos hacer cine desde Córdoba, es justamente por el avance de la tecnología. Hace un tiempo el cine era casi elitista.
¿Cómo explicás el fenómeno que te hizo llenar 57 Gran Rex y 19 Luna Park?
Eso se dio en una etapa de explosión en Buenos Aires. En este país podés rodar la vida durante 30 años por el interior, pero si no pasás por Buenos Aires, (tu carrera) no explota. A nosotros nos pasó eso y cuando llegamos a Buenos Aires de la mano de Canal 13 se dio esa explosión. Había gente que preguntaba por qué Piñón tenía tanto bagaje de canciones, dónde estaba este tipo que no existía hasta el día anterior… Creo que ese deslumbre fue el que generó el fenómeno. Para nosotros también fue algo inexplicable.
¿Por qué decidiste volver con tu programa a Córdoba?
A mí me tocó ir a Buenos Aires en un momento en que el sistema estaba mucho más blando que ahora, imagínate lo duro que está ahora.
Cuando vi que se estaba corriendo el eje de mis objetivos artísticos y humanos por 1 punto de rating, por una envidia, por una operación mediática para desprestigiar y cuando me di cuenta que la competencia estaba siendo muy desleal, me pareció que el personaje y su vínculo con el niño estaban corriendo un serio riesgo. Entonces en ese momento dije “me guardo un poco en mis orígenes, en mi raíz”, porque yo nunca quise ni fama, ni dinero, ni éxito a cualquier precio.
No estuve, no estoy y espero que la vida me dé sabiduría para no estar nunca loco con ese tema.
Gracias a Dios, ese tiempo me agarró en una edad de Fabián -que habita dentro de este personaje- bastante tranquilo, bien rodeado y me dio la posibilidad de saltar a tiempo.
Y conseguiste el privilegio de seguir teniendo un producto nacional desde la televisión del interior. ¿Es posible posicionar programas nacionales desde Córdoba?
Sí, se puede. Me pueden tildar de obsesivo, pero creo que si uno está la mayor parte del día pensando en cómo mejorar las cosas, no sé si todo el mundo va a tener un programa en un canal de la capital, o si todo el mundo va a tener 9 discos, pero creo que van a tener más chances de tener las herramientas listas para cuando pase el tren de las oportunidades”. Eso es lo que me ha pasado muchas veces.
Sacame una duda… ¿No te convocaron alguna vez para Bailando por un sueño?
No, oficialmente no. (Risas) Alguna vez un productor me dijo algo, pero no…
¿Y si te llaman oficialmente?
No, me parece que no da.
No te veo renegando con el jurado…
Yo tampoco me veo y creo que el jurado menos. (Risas)
¿Qué opinan tus dos hijos sobre Piñón?
Mis hijos viven una realidad muy linda, porque tienen casi la misma edad que el personaje. Cuando yo salía a la calle, andaba con ellos en brazos y fueron creciendo al lado de Piñón siendo muy críticos, diciendo “esto me gusta, esto no me gusta” y participando en los coros de los discos.
Hoy Sol tiene 24 años, Jeremías 22 y están los dos en el escenario al lado mío tocando y cantando. Hace 1 año y medio que estamos girando juntos. Parece como si la gente percibiera eso y lo agradece.
Con el nivel de exposición que tenés, ¿sos un agradecido de que no se te pueda reconocer en la calle?
Sí, estoy agradecido porque nunca lo planifiqué para que fuera así. Muy poca gente me reconoce. Pero fue una casualidad, porque esta decisión la tomé desde que empecé a hacer de Piñón, cuando animaba cumpleaños y pasaba la gorra en la calle. Siempre trataba de mantener la magia del personaje intacta ante los niños.
Y siempre conté con la complicidad de muchos adultos. Cuando iba a un cumpleaños, pedía permiso para pasar al baño para maquillarme y de repente aparecía listo Piñón. Después, cuando gané unos mangos, me compré una Volkswagen Kombi y ese era mi camarín rodante. Luego se dio todo sin querer.
En algún momento en Córdoba hubo una especie de clásico entre Piñón Fijo y el Payaso Ricky, cuando animaban “Pan y Manteca”. ¿Eran amigos?
Ricky es un amigo. Los argentinos siempre tenemos esa historia del Boca – River, Belgrano – Talleres… Ricky es una persona de la cual yo aprendí mucho, al igual que de todo ese grupo de “Pan y Manteca”. Yo los veía a ellos desde afuera, la ñata contra el vidrio, porque entré más tarde al programa y tengo que reconocer que aprendí muchísimo.
¿Volvés a Deán Funes?
Sí, vuelvo siempre y me encuentro a mí mismo cuando era niño. Yo me vine de Deán Funes cuando tenía 13 años, pero me quedó la infancia ahí. Cuando puedo volver como Piñón, vuelvo, pero cuando no puedo volver como Piñón, me gusta sentarme al frente de la casa de mi infancia, mirar el árbol de mi niñez, recorrer lugares… ¿Viste que cuando sos adulto y volvés al patio donde jugabas, no te parece tan inmenso como lo tenías adentro de tu cabeza? Es todo más chiquito. Eso me pasó muchas veces, por eso me gusta volver, para que no se me vaya la dimensión.
“Aprendí a no ponerle techo a los sueños”, afirma Piñón. Por eso es un personaje vigente, querido y su carrera marcha siempre para adelante, como el engranaje de bicicleta que dio origen a su nombre.
Piñón Fijo y la magia de la música
“Si todo sale bien, podemos estar presentándola en diciembre”, afirma Piñón Fijo en referencia a la película donde convive con animales autóctonos construidos con animación 3D y con su gran amigo Cabrito.
Se trata de una producción conjunta de Bunny Croato, Néstor Perez y Orsay Troupe SRL.
En la misma, según narra la sinopsis, “Piñón fijo vive una mágica aventura para la cual debe hacerse chiquito y ayudar a los habitantes de un típico arroyito de las sierras cordobesas.
Mientras, en el mundo real, su inseparable amigo Cabrito lo busca desesperadamente, Piñón hace nuevos amigos: El grillo Cricrí, la arañita y un grupo de bichos cantores, a quienes ayuda a librarse de las dominaciones del Cuis y sus secuaces. La clave para ganar: las canciones de siempre.”